Рor: Ct. Álvaro Eduardo Farfán Vargas- En un mundo individualista e inequitativo como el nuestro en donde claramente se evidencia que es más prioritario el interés particular sobre el común.

Ser honesto genera un costo insostenible para muchos lo que los hace ver a estos en algunas ocasiones como parias ante algunos contextos sociales.
Esa es la doble moral que hoy en día rige a nuestra dinámica social y que pone en vía de extinción las buenas costumbres, los ideales y el hacer las cosas de manera correcta.

Aunque teóricamente una persona honesta debería ser observada con admiración y respeto, en la práctica y de manera bizarra pareciera como si existiera un grupo inquisidor para cazar, perseguir, y quemar en la hoguera a las personas correctas que buscan hacer las cosas pensadas en la búsqueda de un interés común o de un deber ser.
Tristemente nuestra sociedad esta enferma al estar cegada esta por el poder, la ambición y el facilismo que sin mayores escrúpulos gusta de buscar atajos oscuros para lograr sus objetivos sin importar por encima de quien deban pasar.
Discursamos públicamente de que los buenos somos más pero la realidad es otra cuando la apatía se apodera de esos buenos permitiendo de esta forma que las alianzas maquiavélicas de los malvados prosperen.
La gente honesta es una especie en peligro de extinción ya sea por que estos con el tiempo ya no ven sentido a su lucha o sienten que nadan contra una corriente social y por lo cuál poco a poco va apareciendo en ellos un efecto lucifer en donde sus pensamientos cambian a una dinámica individualista y de oportunismo.
Para ser honesto se necesita de coraje y de valentía ya que esta conducta trae consigo muchos enemigos pero al final también conlleva a tener una tranquilidad de conciencia permitiendo a estas personas ser un faro en un mundo oscuro, arbitrario y egoísta.
𝑯𝒂𝒛 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒊𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒏 𝒓𝒆𝒄𝒕𝒊𝒕𝒖𝒅 𝒏𝒐 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒍 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒔𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒎𝒐𝒓𝒐𝒏𝒆 (𝑮𝒆𝒐𝒓𝒈𝒆 𝑯𝒆𝒓𝒃𝒆𝒓𝒕)