Por: Ct Álvaro Eduardo Farfán Vargas. Columnista invitado. Cumanday ( 𝘽𝙡𝙖𝙣𝙘𝙤 𝙃𝙚𝙧𝙢𝙤𝙨𝙤) nombre ancestral como era conocido por Carrapas y Quimbayas, esta majestuosa obra de la naturaleza, cuyo esplendor encierra en sí sentimientos ambivalentes que giran entorno a la admiración y al miedo por las experiencias crueles del pasado.

Hoy conocida esta como el Volcán Nevado del Ruíz, quién según algunos historiadores atribuyen el nuevo nombre en reconocimiento a Alfonso Ruíz de Sahajosa, un encomendero quien habitó la región durante la época de la colonia española.
El volcán forma parte del Parque nacional natural Los Nevados e incluye otras cumbres nevadas como son los Nevados del Tolima, Santa Isabel, El Cisne y Quindío, crestas cubiertas por glaciares que infortunadamente han ido retirándose de manera significativa desde 1985 a causa del calentamiento global.


Pero allí es donde nace el interrogante del porque precisamente centramos constantemente nuestra mirada en este volcán, que además de ser un popular destino turístico, es además uno de los 27 volcanes existentes en Colombia, tal vez esto, por ser el más septentrional de los volcanes activos del cinturón volcánico de los Andes, ubicado en el límite entre los departamentos de Tolima y Caldas, en nuestro país. Cuya morfología lo hace un estratovolcán compuesto por muchas capas de lava que se alternan con ceniza volcánica endurecida y otros piro clastos, el cuál ha estado activo durante cerca de dos millones de años, desde el Pleistoceno temprano o el Plioceno tardío, contando con tres periodos eruptivos importantes.

En general, sus erupciones son de tipo pliniano, dando origen a rápidas emanaciones de gas caliente y roca denominadas flujos piroclásticos. Estas erupciones masivas a menudo generan lahares (flujos de lodo y escombros), que suponen una amenaza para la vida humana y el medio ambiente.
El 13 de noviembre de 1985 una pequeña erupción desencadenó un enorme lahar que generó una de las peores tragedias vistas en nuestro país, cuando este enterró la cabecera urbana del municipio de Armero, en la que según se calcula, ocurrieron aproximadamente 25.000 muertes, por lo que se le considero como la segunda erupción volcánica más devastadora del siglo XX, tras la erupción del Monte Pelée de 1902. Otros incidentes similares registrados ocurrieron en los años 1595 y 1845, pero fueron menos mortíferos.

Debido a la reciente actividad volcánica del Nevado del Ruíz, la cuál se ha evidenciado por el incremento de su sismisidad que se asocia con la fracturación de roca dentro del edificio volcánico, principalmente en su flanco suroccidental, género que el Ministerio de Minas y Energía, desde el Servicio Geológico Colombiano, emitieran en la noche del jueves 30 de marzo del presente año la alerta naranja ante una inminente erupción, poniéndose así en alerta varios municipios de los departamentos de Caldas, Tolima, Risaralda, Quindío y Cundinamarca.
Aunque se pide mantener la calma de la población en general y seguir las recomendaciones de las autoridades como de los organismos de socorro, no podemos negar que el fantasma del pasado vuelve a atormentarnos cuando vienen a nuestras mentes las imágenes de lo ocurrido esa trágica noche de 1985.
Es allí, donde el león, nos recuerda con sus rugidos que no está tan dormido como parece o como lo describen, y que en cualquier momento puede volver a despertar hambriento, sólo que esta vez estamos mejor preparados que en pasado para no volver a ser sorprendidos por su ataque traicionero.