¿Quién fue el que traslado el festivo de los reyes magos para el lunes siguiente cuándo no cae en lunes?
La pregunta la hizo una señora bajita, encorvada, morena y repleta de arrugas, que mordía con sus encías el gran enojo que exhibía en la puerta de una iglesia, a la salida de misa.
Le respondí escondiéndome entre la multitud, pues la vi tan brava, que me dio temor recibir un chuzón mal parqueado con la punta de su bastón, y teniendo en cuenta que no he descartado la posibilidad de tener otro hijo, cuido mucho todo lo involucrado.

-¡Señora, fue Raimundo Emiliani Román!
La señora moviendo la cabeza como buscándome, acotó:
-A ese desgraciado hay que cortarle las gónadas, antes no se le ocurrió pasar el nacimiento del niño Dios para un 29 de febrero.
No me pareció mala la idea, pero por supuesto no lo manifesté, pues la señora acababa de señalar lo que haría con quienes llegasen a simpatizar con iniciativas de ese tipo. Preferí guardarme mi predilección por la navidad cada cuatro años y me limité a hacerle una aclaración.
-Señora, no pierda tiempo afilando tijeras, pues Raimundo murió hace mucho rato.
La señora frunció lo hombros alejándose, golpeando con fuerza el piso con su bastón y mascullando una frase con mucha seguridad:
– Pues no creo que pierda la afilada porque muy pronto me lo voy a encontrar.
La señora lleva décadas preguntando lo mismo en las puertas de las iglesias: un 6 de enero fue plantada en una y los cables de su mente no aguantaron.
Una buena fecha para quedar plantado sería el 29 de febrero, y así espaciar la tusa. Si se me llega a dar la oportunidad, por si las moscas, fijaré esa fecha para eventos amorosos, que además coincidiría con lo de año bisiesto, año siniestro. Aunque lo más seguro es que prefiera dejar mi almanaque sin máculas, y no exponerlo al tachón del ridículo.
Viéndolo desde otro punto de vista, comparto el enojo de la señora, pues hay cierto irrespeto con los camellos de los magos, al ponerlos a caminar hasta un lunes siguiente por cuenta del senado colombiano. Yo no llegaría al punto de cortarle las gónadas a Raimundo, pero no dudo que le haría un airado reclamo. Bueno, además, creo que en el otro toldo uno no tiene gónadas, esas quedan aquí: queda todo, y supongo que es por si las moscas, por si aquello de que de pronto, aquí uno haya sido bien gónada.