Por: Orlando Buitrago Cruz . Columnista invitado. Según el autor, Toro y el Llanero Solitario iban a ser inseparables. Pero en cierta ocasión los personajes se le fueron de las manos.
Las nuevas generaciones no conocen ni al uno, ni al otro, por eso es necesaria una breve presentación: Toro era un indio, y el Llanero Solitario un tipo enmascarado, que, de gratis, por cuenta propia, enfrentaba a la delincuencia. Traído a estos tiempos, es algo así como un emprendimiento cuyo modelo de negocio es comprar una patrulla de la policía para trabajar por tu cuenta.

El Llanero se daba lujos que hoy solo estarían al alcance de un traqueto: un caballo de paso blanco y marrón, las balas que disparaba eran de plata, y había logrado sonsacar al indio Toro para que fuera su escudero y jefe de seguridad (en aquellos tiempos, los indios eran los malos de las películas gringas, eran un peligro para la sociedad blanca).

Siempre me he preguntado de que vivía el Llanero, y de dónde sacaba el dinero para balas tan costosas y para darle de comer al equino (el indio como buen tal, se rebuscaba sin lío).
Durante muchos tiempo fueron ejemplo de amistad y lucha por causa común. Todo terminó en un tiempo de crisis, los indios apaches de a poco iban tomando el control de la pradera, a tal punto, que cierto día, los socios “inseparables” quedaron encerrados en medio de una jauría enemiga.
El Llanero Solitario, asustado por primera vez en su vida, exclamo: ¡amigo, estamos rodeados! Toro, respondió: ¡cuál amigo, cara pálida hp!
Desde ese día el Llanero, pudo hacerle honor al adjetivo «solitario», por aquello de que hablar con un caballo además de ser difícil, (ayer intenté hablar con uno) es síntoma de cables de enredados (una señora me dijo: señor eso no es un caballo, es una moto).
Tal vez, en alguna ocasión nos ha pasado lo que le pasó a Toro, y tal vez, en alguna ocasión nos ha pasado lo que le pasó al Llanero. En el mundo estamos y con apaches nos atravesamos.
POSDATA: La nota es ficción de la ficción, y posible reflejo de la realidad.